domingo, 19 de julio de 2009

Nuestros Padres Nos Crian .....Pero Luego Quién se hace Cargo de Juntarnos?

1- A la hija de15 años: "se tienen 15 una vez en la vida, ahora debes tener más cuídado con los chicos, ellos sólo buscan una cosa"
Al hijo de15 años: "hay 7 mujeres para cada hombre así que no tomes las cosas en serio"

2- A la hija de 20 años: "aún no tienes novio? tu prima está por casarse"
Al hijo de 20 años: " disfruta la vida, no te hagas de novias en serio para que termines la carrera"

3- A la hija de 25 años: " me preocupa morir y dejarte sola, ojalá Dios te dé un buen marido"
Al hijo de 25 años: " y vos qué, la novia que tal? pero que nada serio supongo?

4- A la hija de 30 años: " te está cogiendo tarde, cúando piensan tener el primer hijo?
Al hijo de 30 años: "vaya te felicito por tu trabajo!! la verdad siempre fuiste muy inteligente aprovecha el tiempo ahora que eres joven"

El hijo a la esposa: " Mi amor no te preocupes hoy llegaré tarde, voy a una reunión de amigos".....unos dias después " Mi amor tengo que salir a un viaje de trabajo, yo te llamo, no te preocupes que te amo"

La hija al esposo: "Mi amor vos siempre tan lleno de trabajo, cuidate y saca vaciones para estar juntos un tiempo"

La hija y el hijo frente al abogado:
Ella: " Es que yo siempre le creia cuando me decía que tenía mucho trabajo, en tanto yo arreglaba la casa, cuidaba de los niños y le hacía la cena" .....

El " es que ella no me comprende, en la oficina uno conoce gente, las reuniones sociales y demás , pero esas no son relaciones serias, es a ella a quien amo, es la primera en mi vida, las demás son amigas"

sábado, 18 de julio de 2009

Historia de una Chica Buena

Historia de una chica buena.

Soy una de esas personas por las que muchas televisoras continúan ganando dinero con el reciclaje de películas donde siempre la buena se queda con el mejor.

Durante años, mi mayor ilusión fue esperar las tardes de lluvia, escoger el mejor lugar frente a la T.V. acompañada de una bolsa de dulces para ver historias con finales felices. Yo, una adolescente ingenua, aferrada a las mejores cualidades y prácticas de protocolo que me enseñaron las monjas. ¡Cómo disfrutaba al ver a esas malvadas chicas robanovios, con esa ropa pegada al cuerpo, perder al héroe de la película, frente a una chica de buenas costumbres y tan dulce como yo!

Porque no importaba que ellas tuvieran más pegue, más arrastre y más citas: al final las niñas buenas siempre ganaban, siempre se hacía justicia. Las privaciones y el buen comportamiento tenían su recompensa.

Cuando crecí, como una mariposa que sale del capullo me sentí preparada para conquistar el mundo con mis mejores armas. Sólo una cosa me preocupaba: tener tiempo suficiente para conocer a todos los chicos que me acosarían cuando vieran mis cualidades casi certificadas por el convento.

Aun cuando mis amigas con sus faldas cortas eran las más populares en las tabernas y los bailes, eso me tenía sin cuidado; cuando ellos buscaran una esposa para madre de sus hijos yo pasaría al primer lugar. “Pobres, pero ellas no comprendían que así debía ser”, nunca vieron las mismas películas. Por fin me casé, elogiada por mis suegros por mi buena cuchara, la madre ejemplar y exitosa profesional que resulté. Mi esposo, ese afortunado hombre, debía sentirse muy feliz.

Una tarde me encontré de frente con una mujer vestida con pantalones ceñidos, labios rojos por el colorante, su blusa mostraba el 50% de lo que en mi caso, hasta unos meses atrás habían sido los biberones de mis hijos, moviendo su boca al compás de un chicle que no terminaba de mascar. Esa chica mala caminaba de la mano de mi esposo.

Una Regla de Aritmética para la Vida

El sentido de los signos.

Como la mayoría de los adolescentes, mi vida se desarrolló entre tragedias al mejor estilo de Romeo y Julieta, poemas que la salonera tiraba a la basura cuando limpiaba la mesa, sonrisas resplandecientes por los frenillos y algunos puntitos negros que le daban un matiz interesante a mi rostro. Ya lidiar con esto era suficiente para mi poca experiencia, como para que además la aritmética insistiera en hacerme realmente la vida a cuadritos.

Mi madre, educadora respetada, no necesitaba que por su hija se viera cuestionada su capacidad, así que con mucho esmero me explicó la ley de los signos en matemáticas:

un número negativo (-) multiplicado por uno positivo ( + ) = (-)

un número positivo (+) multiplicado por uno negativo ( - ) = (-)

un número negativo (-) multiplicado por uno negativo ( - ) = (+)

un número positivo (+) multiplicado por uno positivo ( + ) = (+)


Pero francamente el colocho mental cada vez era mayor y mis frustraciones amorosas también. Imposible lidiar con ambas cosas, cuando mi desvelo era resolver como Roberto me daba alguna señal.

Un día mi comprensiva madre decidió juntar mis dos preocupaciones y me enseñó cómo aplicar esta regla a tu vida:

enemigos (-) de mis amigos (+) = son mis enemigos (-)

amigos (+) de mis enemigos (-) = son mis enemigos (-)

enemigos (-) de mis enemigos (-) = son mis amigos (+)

amigos (+) de mis amigos (+) = son mis amigos (+)


Hoy día luego de unos años, caigo en la cuenta de que la ley de los signos es un juego de lealtades con el que lidiamos casi a diario, pero lo más importante le encontré el sentido a la aritmética.